Hace ya más de cuarenta años Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares escribieron este cuento que suele ser muy prolífico en el trabajo sobre los medios masivos de comunicación. Yo lo he trabajado mucho también junto con la película Mentiras que matan que comparte en gran medida la idea principal de este cuento. Los invito a leerlo para luego proponer algunas reflexiones.
Foto: radio escolar en Merida, Venezuela
Esse est percipi
Viejo turista de la zona Núñez y aledaños, no dejé de notar que venía faltando en su lugar de siempre el monumental estadio de River.
Consternado, consulté al respecto al amigo y doctor Gervasio Montenegro, miembro de número de la Academia Argentina de Letras. En él hallé el motor que me puso sobre la pista. Su pluma compilaba por aquel entonces una a modo de Historia Panorámica del Periodismo Nacional, obra llena de méritos, en la que se afanaba su secretaria. Las documentaciones de práctica lo habían llevado casualmente a husmear el busilis. Poco antes de adormecerse del todo, me remitió a un amigo común, Tulio Savastano, presidente del club Abasto Juniors, a cuya sede, sita en el edificio Amianto, de avenida Corrientes y Pasteur, me di traslado.
Este directivo, pese al régimen doble dieta a que lo tiene sometido su médico y vecino doctor Narbondo, mostrábase aún movedizo y ágil. Un tanto enfarolado por el último triunfo de su equipo sobre el combinado canario, se despachó a sus anchas y me confió, mate va, mate viene, pormenores del bulto que aludían a la cuestión sobre el tapete.
Aunque yo me repitiese que Savastano había sido otrora el compinche de mis mocedades de Agüero esquina Humahuaca, la majestad del cargo me imponía y, cosa de romper la tirantez, congratulélo sobre la tramitación del último goal que, a despecho de la intervención oportuna de Zarlenga y Parodi, convirtiera el centro half Renovales, tras aquel pase histórico de Mutante. Sensible a mi adhesión al once del Abasto, el prohombre dio una chupada postrimera a la bombilla exhausta, diciendo filosóficamente, como aquel que sueña en voz alta:-Y pensar que yo fui el que les inventé esos nombres.
-¿Alias?-pregunté gemebundo-. ¿Musante no se llama Musante? ¿Renovales no es Renovales? ¿Limardo no es el genuino patronímico del ídolo que aclama la afición? La respuesta me aflojó todos los miembros.
-¿Cómo? ¿Usted cree todavía en la afición y en ídolos? ¿Dónde ha vivido don Domecq? En eso entró un ordenanza que parecía un bombero y musitó que Ferrabás quería hablarle al señor.
-¿Ferrabás, el locutor de la voz pastosa? –exclamé-. ¿El animador de la sobremesa cordial de las 13 y 15 y del jabón Profumo? ¿Estos, mis ojos, le verán tal cual es? ¿De veras que se llama Ferrabás?
-Que espere –ordenó el señor Savastano.
-¿Qué espere? ¿No sería más prudente que yo me sacrifique y me retire? –aduje con sincera abnegación
-Ni se le ocurra –contestó Savastano-. Arturo, dígale a Ferrabás que pase. Tanto da…
Ferrabás hizo con naturalidad su entrada. Yo iba a ofrecerle mi butaca, pero Arturo, el bombero, me disuadió con una de esas miraditas que son como una masa de aire polar.
La voz presidencial dictaminó:
-Ferrabás, ya hablé con De Filipo y con Camargo. En la fecha próxima pierde Abasto, por dos a uno. Hay juego recio, pero no vaya a recaer, acuérdese bien, en el pase de Musante a Renovales, que la gente lo sabe de memoria. Yo quiero imaginación, imaginación. ¿Comprendido? Ya puede retirarse.
Junté fuerzas para aventurar la pregunta:
-¿Debo deducir que el score se digita?
Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.
-No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.
-Señor ¿quién inventó la cosa? –atiné a preguntar.
-Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quienes se le ocurrieron primero las inauguraciones de las escuelas y las visitas fastuosas de testas coronadas. Son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones. Convénzase Domecq, la publicidad masiva es la contramarca de los tiempos modernos.
-¿Y la conquista del espacio? –gemí.
-Es un programa foráneo, una coproducción yanqui-soviética. Un laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientificista.
-Presidente, usted me mete miedo –mascullé, sin respetar la vía jerárquica-. ¿Entonces en el mundo no pasa nada?
-Muy poco –contestó con su flema inglesa-. Lo que yo no capto es su miedo. El género humano está en casa, repatingado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone.
-Y si se rompe la ilusión? –dije con un hilo de voz.
-Qué se va a romper –me tranquilizó.
-Por si acaso seré una tumba –le prometí-. Lo juro por mi adhesión personal, por mi lealtad al equipo, por usted, por Limardo, por Renovales.
-Diga lo que se le dé la gana, nadie le va a creer.
Sonó el teléfono. El presidente portó el tubo al oído y aprovechó la mano libre para indicarme la puerta de salida.
Esse est percipi ("Ser es ser percibido"), incluido en el libro Crónicas de Bustos Domecq (1967).
En la década de los neoliberales años 90 en la Argentina, usábamos este cuento con adolescentes, lo dramatizaban, lo convirtieron en radioteatro, polemizaban con él, le cambiaban el final, lo analizaban crítica y comparativamente con la película que mencioné antes (Mentiras que matan), pensaban sus própias prácticas de consumos mediáticos en función de esta perspectiva e iban construyendo la propia, pero hoy mi propuesta de lectura sobre este maravilloso siempre-vigente texto es otra.
Trabajando tanto más en COMUNICACIÓN COMUNITARIA, y encontrando en innumerables experiencias lo prolífico que resulta advertir, develar y analizar pormenorizadamente los mecanismos de contrucción de la hegemonía discursiva de los grandes medios comerciales, a la vez que se generan canales para la expresión de los propios discursos comunitarios en los más variados lenguajes, leo el título de este cuento y digo: Si, sin duda, en estos modos en los que podemos HACER LA COMUNICACIÓN en la comunidad, SER es SER PERCIBIDO pero no ya en la noción denunciada de que solo ES lo que se emite por unos pocos medios masivos sino que haciendo la comunicación y el diálogo POR TODOS LADOS, resulta que muchísimos podemos PERCIBIR A OTROS Y SER PERCIBIDOS, y con eso cobrar significación para el Otro y para nosotros mismos.
¿Ustedes qué creen? ¿Estamos hoy frente a la pantalla de televisión, Tinelli y Gran Hermano como los contemporáneos de Bustos Domecq? Corría 1967 ¿Estaría todo el mundo tan "repantigado" frente a la radio y la TV en aquellos años? ¿Estaremos hoy tan anestesiados? ¿Ý nuestros jóvenes? ¿Nos perciben? ¿Son percibidos por nosotros?
Mi amigo Pablo Saracino, profesor de literatura, se va a enojar si me la agarro mucho con Borges... pero en fin, no puedo con mi genio.
Si leyeron la evocación de Gramsci en la primera entrada del blog y si han tenido la suerte de conocer su pensamiento, podrán aventurar lo que yo respondería a estos interrogantes... pero como SER ES SER PERCIBIDO, le daremos SER a este espacio compartido si ustedes perciben la propuesta y desean ser percibidos por los demás... después de todo y como dice otro amigo, Gustavo Varela, lo que todos queremos es que nos miren y que nos abracen ¿Alguien va a contradecirlo?
Nunca más oportuno, les mando un abrazo y los invito a dejar sus comentarios.
Esse est percipi
Viejo turista de la zona Núñez y aledaños, no dejé de notar que venía faltando en su lugar de siempre el monumental estadio de River.
Consternado, consulté al respecto al amigo y doctor Gervasio Montenegro, miembro de número de la Academia Argentina de Letras. En él hallé el motor que me puso sobre la pista. Su pluma compilaba por aquel entonces una a modo de Historia Panorámica del Periodismo Nacional, obra llena de méritos, en la que se afanaba su secretaria. Las documentaciones de práctica lo habían llevado casualmente a husmear el busilis. Poco antes de adormecerse del todo, me remitió a un amigo común, Tulio Savastano, presidente del club Abasto Juniors, a cuya sede, sita en el edificio Amianto, de avenida Corrientes y Pasteur, me di traslado.
Este directivo, pese al régimen doble dieta a que lo tiene sometido su médico y vecino doctor Narbondo, mostrábase aún movedizo y ágil. Un tanto enfarolado por el último triunfo de su equipo sobre el combinado canario, se despachó a sus anchas y me confió, mate va, mate viene, pormenores del bulto que aludían a la cuestión sobre el tapete.
Aunque yo me repitiese que Savastano había sido otrora el compinche de mis mocedades de Agüero esquina Humahuaca, la majestad del cargo me imponía y, cosa de romper la tirantez, congratulélo sobre la tramitación del último goal que, a despecho de la intervención oportuna de Zarlenga y Parodi, convirtiera el centro half Renovales, tras aquel pase histórico de Mutante. Sensible a mi adhesión al once del Abasto, el prohombre dio una chupada postrimera a la bombilla exhausta, diciendo filosóficamente, como aquel que sueña en voz alta:-Y pensar que yo fui el que les inventé esos nombres.
-¿Alias?-pregunté gemebundo-. ¿Musante no se llama Musante? ¿Renovales no es Renovales? ¿Limardo no es el genuino patronímico del ídolo que aclama la afición? La respuesta me aflojó todos los miembros.
-¿Cómo? ¿Usted cree todavía en la afición y en ídolos? ¿Dónde ha vivido don Domecq? En eso entró un ordenanza que parecía un bombero y musitó que Ferrabás quería hablarle al señor.
-¿Ferrabás, el locutor de la voz pastosa? –exclamé-. ¿El animador de la sobremesa cordial de las 13 y 15 y del jabón Profumo? ¿Estos, mis ojos, le verán tal cual es? ¿De veras que se llama Ferrabás?
-Que espere –ordenó el señor Savastano.
-¿Qué espere? ¿No sería más prudente que yo me sacrifique y me retire? –aduje con sincera abnegación
-Ni se le ocurra –contestó Savastano-. Arturo, dígale a Ferrabás que pase. Tanto da…
Ferrabás hizo con naturalidad su entrada. Yo iba a ofrecerle mi butaca, pero Arturo, el bombero, me disuadió con una de esas miraditas que son como una masa de aire polar.
La voz presidencial dictaminó:
-Ferrabás, ya hablé con De Filipo y con Camargo. En la fecha próxima pierde Abasto, por dos a uno. Hay juego recio, pero no vaya a recaer, acuérdese bien, en el pase de Musante a Renovales, que la gente lo sabe de memoria. Yo quiero imaginación, imaginación. ¿Comprendido? Ya puede retirarse.
Junté fuerzas para aventurar la pregunta:
-¿Debo deducir que el score se digita?
Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.
-No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.
-Señor ¿quién inventó la cosa? –atiné a preguntar.
-Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quienes se le ocurrieron primero las inauguraciones de las escuelas y las visitas fastuosas de testas coronadas. Son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones. Convénzase Domecq, la publicidad masiva es la contramarca de los tiempos modernos.
-¿Y la conquista del espacio? –gemí.
-Es un programa foráneo, una coproducción yanqui-soviética. Un laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientificista.
-Presidente, usted me mete miedo –mascullé, sin respetar la vía jerárquica-. ¿Entonces en el mundo no pasa nada?
-Muy poco –contestó con su flema inglesa-. Lo que yo no capto es su miedo. El género humano está en casa, repatingado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone.
-Y si se rompe la ilusión? –dije con un hilo de voz.
-Qué se va a romper –me tranquilizó.
-Por si acaso seré una tumba –le prometí-. Lo juro por mi adhesión personal, por mi lealtad al equipo, por usted, por Limardo, por Renovales.
-Diga lo que se le dé la gana, nadie le va a creer.
Sonó el teléfono. El presidente portó el tubo al oído y aprovechó la mano libre para indicarme la puerta de salida.
Esse est percipi ("Ser es ser percibido"), incluido en el libro Crónicas de Bustos Domecq (1967).
En la década de los neoliberales años 90 en la Argentina, usábamos este cuento con adolescentes, lo dramatizaban, lo convirtieron en radioteatro, polemizaban con él, le cambiaban el final, lo analizaban crítica y comparativamente con la película que mencioné antes (Mentiras que matan), pensaban sus própias prácticas de consumos mediáticos en función de esta perspectiva e iban construyendo la propia, pero hoy mi propuesta de lectura sobre este maravilloso siempre-vigente texto es otra.
Trabajando tanto más en COMUNICACIÓN COMUNITARIA, y encontrando en innumerables experiencias lo prolífico que resulta advertir, develar y analizar pormenorizadamente los mecanismos de contrucción de la hegemonía discursiva de los grandes medios comerciales, a la vez que se generan canales para la expresión de los propios discursos comunitarios en los más variados lenguajes, leo el título de este cuento y digo: Si, sin duda, en estos modos en los que podemos HACER LA COMUNICACIÓN en la comunidad, SER es SER PERCIBIDO pero no ya en la noción denunciada de que solo ES lo que se emite por unos pocos medios masivos sino que haciendo la comunicación y el diálogo POR TODOS LADOS, resulta que muchísimos podemos PERCIBIR A OTROS Y SER PERCIBIDOS, y con eso cobrar significación para el Otro y para nosotros mismos.
¿Ustedes qué creen? ¿Estamos hoy frente a la pantalla de televisión, Tinelli y Gran Hermano como los contemporáneos de Bustos Domecq? Corría 1967 ¿Estaría todo el mundo tan "repantigado" frente a la radio y la TV en aquellos años? ¿Estaremos hoy tan anestesiados? ¿Ý nuestros jóvenes? ¿Nos perciben? ¿Son percibidos por nosotros?
Mi amigo Pablo Saracino, profesor de literatura, se va a enojar si me la agarro mucho con Borges... pero en fin, no puedo con mi genio.
Si leyeron la evocación de Gramsci en la primera entrada del blog y si han tenido la suerte de conocer su pensamiento, podrán aventurar lo que yo respondería a estos interrogantes... pero como SER ES SER PERCIBIDO, le daremos SER a este espacio compartido si ustedes perciben la propuesta y desean ser percibidos por los demás... después de todo y como dice otro amigo, Gustavo Varela, lo que todos queremos es que nos miren y que nos abracen ¿Alguien va a contradecirlo?
Nunca más oportuno, les mando un abrazo y los invito a dejar sus comentarios.
3 comentarios:
Bonita no sè cómo me llegó el enlace de tu blog, qué lindo!!! Te mando besote
Vivi
Fer me encantó el blog. tengo que tener tiempo para compartir algunos escritos. felicitaciones.
pero te queremso del 22 al 24 de Octubre con nostros.La escuela hará el Encuentro nacional de Escuelas y Multimedios
ya estamos haciendo gestiones para la declaración de interes nacional. Tenes forma de agilizar estos trámites?
Nosotros estamso muy deseosos de volver a verte y nos encantó que eligieras volver al Canal Encuentro. Ya estamos acumulando audiovisuales para que los veas, relaizados por los chicos mientras compartimos.
Mil abrazos para vos
Mey
Escuela Ernesto Sábato
Ushuaia
fundalugares@speedy.com.ar
Ya me meteré y discutiremos, nos pelearemos, como es el uso nuestro.
Pablo
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